sábado, 16 de mayo de 2009

Las cosas por su nombre

El resultado de la instalación de un cartel en el garage de una vivienda ubicada en la calle Facundo Quiroga, llamó la atención de los vecinos. El propietario, un simple trabajador cansado de que no se respete su humilde señalización de prohibido estacionar en su puerta de acceso a la cochera de su casa, armó un rústico cartel con un papel y con bolígrafo. La zona es muy transitada y el sumiso contribuyente no encontraba el método adecuado para avisar a los distraídos automovilistas que en ese lugar existía una salida de vehículo. Entonces tomó el papel y una birome y fabricó un enorme cartel que decía: “Me rompe las bolas que estacionen en mi garage”. Curiosamente, ni un auto ocupó el espacio. Signo de que todos somos hijos del rigor y que hablar a las claras, sirve.


Los epítetos que da el diario la opinión a mi cuñado, son más que graciosos: simple trabajador y sumiso contribuyente. En realidad, debo confesarlo, mi cuñado es sobre todo un exclente lector y una reproducción cabal de la realidad del ser argentino. Tiene y encarna esa mirada cruda sobre la realidad, se reconoce frágil frente a la coima, amante de los asados y la cerveza, odia el trabajo esclavo y los compromisos familiares, se da mañas para todo, recibe a los que quiere a puertas abiertas, a veces miente para zafar y después ve qué pasa y sobre todo, posee esa franqueza sin metáforas al decir las cosas que le hace obtener buenos resultados. Te puede caer bien o no, pero mi cuñado es así, a corazón abierto y calzón quitado.