jueves, 28 de octubre de 2010

Laten los nuestros


Hoy se me murió la esperanza. Nací en 1974, al borde de la etapa histórica más
desgarradora de nuestra Argentina. Crecí entre los consejos de mi mamá: "no te
metás" y las puteadas de mi papá: "son todos unos chorros hijos de puta". La política no servía para nada, era una bola amorfa de corrupción y egoísmos encontrados.
Sin embargo, un 2003, casi sin darme cuenta, comencé a creer que la política
era un instrumento maravilloso para transformar el mundo. Comencé a escuchar
ideas y discursos que tenían que ver con mis sueños de un país más justo; pero
no eran sólo palabras, los hechos me fueron devolviendo la fe perdida en las
instituciones; por primera vez en mi vida voté a un partido que triunfó, que
tomó la bandera de la igualdad de oportunidades y de los derechos humanos y
comenzó a avanzar decidido hacia la construcción de algo diferente.
Gente de pueblo hablándole al pueblo, y ahí estaba yo, mezclada con los
cabecitas negras del conurbano, sintiéndome peronista por primera vez.
Desde el 2003 a la fecha, he vivido más cerca del corazón de mi país y pude ver las
caras de los que se indignaban con un gobierno nacional y popular que puso su
mirada en el barro. Entonces me convencí, supe que estaba del lado de los
buenos, del lado de los trabajadores, del lado de los que menos tienen y más
sueñan.
Néstor me regaló la inmensa alegría de sentirme parte de un discurso político,
de identificarme con sus medidas de gobierno y de saltar al compás de un corazón que hoy dejó de latir. ¡Laten los nuestros Néstor! ¡Laten los nuestros!