martes, 22 de febrero de 2011

Sin moraleja


Añado un escrito a mi blog poco frecuntado pero querido, un escrito que ya tenía unos meses en mi computadora y que en esta noche de insomnio publico.

Los que alguna vez leyeron La Ilíada o vieron la película Troya recordarán la escena que pretendo traer a nuestra memoria. Aquiles acaba de asesinar al honorable Héctor, amarra sus pies a un carro tirado por un caballo y arrastra el cadáver sobre la tierra con el fin de que no reciba una digna sepultura. En medio de la noche, se hace presente en la tienda de Aquiles el padre de Héctor, Príamo, para reclamarle el cuerpo de su hijo. Aquiles reconoce la valentía del anciano padre pero se niega a entregarle el cadáver puesto que él también es su enemigo y cree que Héctor no es merecedor de una digna sepultura al haber asesinado a Patroclo, su amante. Es entonces cuando el padre de Héctor enuncia una frase memorable “Hasta los enemigos merecen respeto”. Aquiles duda un momento y finalmente, le permite llevarse el cuerpo para que reciba los honores correspondientes, pero le anuncia que a la mañana del día siguiente él volverá a ser su enemigo. Príamo comienza a retirarse de la tienda y antes de salir le agradece el gesto a Aquiles y le dice: Hoy mismo sigues siendo mi enemigo.

Pensé mucho en esta escena durante los días que siguieron al fallecimiento de Néstor Kirchner, porque noté el odio visceral en algunos comentarios que parecieran pisotear todo respeto por el dolor ajeno. Seres de piedra, inconmovibles, despiadados. Nadie pidió un lamento, una lágrima hipócrita, ni un aplauso forzado, pero sí se reclama respeto hasta por el enemigo, un acto de humanidad, un silencio. No agreguemos el odio irracional a una manifestación del amor, y si hubo quienes no pudieron compartir ese dolor al no identificarse con las medidas de su gobierno o por lo que sea, si hubo quienes creen que fue una muerte más y nada más, es tan válido como el pesar que muchos otros sentimos, pero por favor, hagan a un lado el odio pestilente y corran hacia el costado la bronca por no haber disfrutado de todos estos años de esperanza.

La literatura no tiene porqué dejar una moraleja, ya lo sabemos, pero sería interesante descubrir en el arte un rasgo de humanidad.