martes, 4 de agosto de 2015

No vivirá por siempre, pero nunca morirá


Después de La Biblia, a mi modo de ver claro está,  Drácula (1897) es la mejor historia, historia que, como su personaje, no vivirá por siempre pero nunca morirá, naciendo cada vez en nuevas formas de contar el horror.   Bram Stoker creó a una celebridad que acechará las mentes de los hombres y mujeres de todos los tiempos generación tras generación  y que los obligará a preguntarse lo que todos alguna vez nos preguntamos con la secreta esperanza de alejarnos por siempre del verdadero espanto: ¿En verdad existió el Conde Drácula? Algunos dirán que esa pregunta no se puede responder,  pero nadie podrá negar que el Conde sigue tan vivo como en el S XIX.
Hoy en el S XXI  vuelve a la pantalla la historia de este trágico ser condenado a matar aún a aquellos que ama a causa de la inmensa sed que lo devora. Esta vez, regresa de la mano del gran Guillermo del Toro y Chuck Hogan con la serie de televisión The Strain (La cepa) basada en la Trilogia de la Oscuridad (2009).
Por suerte para todos los que formamos parte de la Patria Grande y para desdicha de los yankies,  un avión aterriza en el Aeropuerto Internacional JFK en Nueva York procedente de Berlín. Se detiene inerte en la pista de aterrizaje y en su interior hay 206 cadáveres además de 4 sobrevivientes. Un extraño ataúd lleno de tierra es hallado en el compartimento de equipaje. Así se produce la llegada de Jusef Sardu, un vampiro conocido como "El Amo". El Dr. Goodweather del Centro de Control de Enfermedades, investiga lo que a primera vista parece ser un virus que causó la muerte de los pasajeros del avión. A medida que su investigación continúa, Goodweather contacta con Abraham Setrakian, un viejo prestamista que parece saber mucho sobre este "virus" y que insinúa que podría tratarse de una plaga de vampiros.  Los cuatro sobrevivientes serán los encargados de desparramar el terror en la población comenzando por supuesto, por aquellos que aman.  
La historia no se reduce a colgar tiras de ajos en las puertas y ventanas ni en afilar estacas de madera, sin embargo en el vampirismo, en su vínculo con la sangre, en su condición fronteriza entre la vida y la muerte, se esconde  la raíz, la cepa, que separa lo vivo de lo muerto y lo obliga a ser un híbrido en el limbo.  Por ese motivo, y en un intento desesperado de recuperar mi fe susurro una oración:
  "Ten piedad de Él, porque no puede amar".


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