Si hay un hecho que me entristece realmente, es cuando escucho a un niño de 6 u 8 años llamar a otro “negro”, “bolita”, “villero” o de tantas otras maneras que el mundo de los adultos ha inventado para nombrar al otro diferente, palabras punzantes utilizadas como categorías cerradas pero llenas del más despreciable odio. He escuchado frases como éstas en educadores católicos, en miembros de mi familia, en amigos que poco a poco fui dejando de ver; pero cuando aparecen en labios de los niños, estas palabras refuerzan su sentido y no puedo dejar de sentir una inmensa tristeza por ellos y por todos los que ya hemos crecido.
Hace pocos años soy lectora dominical del diario Página 12 y he descubierto en José Pablo Feinmann la voz periodística más cercana a mis ideas, y aunque a veces me duelan sus ironías filosas y su mirada al borde de la desesperanza sobre ciertos temas, siento que hoy es él el que golpea mi mejilla diciéndome: despierta, niña, despierta! Y entonces sacudo mi cuerpo en un espasmo y escucho a un niño decir por primera vez “negro de mierda”.
He aquí un fragmento de una de sus notas:
Ahora, otra vez la “seguridad”, de José Pablo Feinmann en Página 12
Septiembre 8th, 2008
Buenos Aires es una ciudad opulenta que ofrece trabajo a ciertas franjas de habitantes del conurbano. Pero a pocos. También teme ser invadida por ellos y abomina de la invasión de sus “hermanos latinoamericanos”, a los que detesta. Si bien la última rebelión social, el último movimiento invasor fue protagonizado por los ricos, superado ese problema, el del “campo”, vuelve el otro: el de la seguridad. Lo han instalado los medios porque para eso están, no sólo aquí sino en el mundo entero, para manejar la agenda. Y se ha podido instalar porque es un tema siempre sensible al porteño, personaje que sabe que habita un espacio de privilegio y exige que se lo cuiden. Macri no ha cumplido hasta ahora esas expectativas. Se ven demasiados “negros” por Buenos Aires. Demasiados “perucas”, “bolitas”, “brasucas”, “yoruguas” o “paraguas”. Aunque, es notorio, los “brasucas” vienen con buen dinero y se compran todo, conque se los tratará bien. Pero los otros (que llevan en la cara, además, ese color oscuro que da tan feo, como tierra, o como sucio) vienen a quitarnos lo nuestro. Aquí aparece la figura del xenófobo.
Hoy, como siempre, en
Qué fácil les resulta reinventar la patria, reencontrarse con el orgullo, con cierto linaje. Qué fácil les resulta no sentir que son poco, infinitamente poco, sólo un número de una estadística que no conocen, que manejan otros. De pronto, son, otra vez, como en el Mundial, como en Malvinas, ¡argentinos! La patria los convoca. Nos están invadiendo. De todos los rincones de
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