domingo, 18 de agosto de 2013

No acepten sin discusión las costumbres heredadas. 
Ante los hechos cotidianos, no digan: “Esto es natural”
(…) Para que todo pueda ser cambiado,
reconozcan la regla como abuso
y donde aparezca el abuso
pónganle remedio…
Bertolt Brecht
La excepción y la regla

Hoy para muchos docentes fue un día diferente en materia educativa, para otros un día más.
Llegamos cuando la temperatura aún no alcanzaba los 3° grados; encapuchados, abrigados hasta la coronilla, debajo de nuestros gorros, las manos enguantadas y en los bolsillos, asomando los ojos por encima de la bufanda escapando del frío que asechaba. De a poco fuimos más y empezó el redoblante a tocar las melodías que históricamente se han escuchado en los lugares donde han estado los trabajadores defendiendo sus derechos. Él ya conoce los pocos compases que se le exigirán y sabe también que su tono será de protesta, será un grito de impotencia reclamando frente a una injusticia.
Hubo reuniones urgentes entre los que debían brindar soluciones hace ya tiempo y los representantes de los que las necesitábamos imperiosamente. En el mientras tanto cantábamos, aplaudíamos y nos acompañábamos.
Estaban los que ponían el cuerpo, comprometidos a fondo con el reclamo, dando la cara, la voz, el canto y la alegría para no sólo hacer acto de presencia sino para hacerla sentir a cada momento.
Estaban los que acompañaron la movilización desde un lugar extraño, como si no estuvieran convencidos de estar allí, con miedo de hacer oír sus voces o quizás fuera vergüenza. Lo cierto es que se sumaron a la protesta aportando lo que podían.
Y luego, debemos decirlo, estaban los que llegaron cuando el sol ya había empezado a calentar. Se dejaron ver un rato, lo suficiente como para que nadie dudara de su aparente acompañamiento y desaparecieron tan silenciosamente como llegaron con el comprobante de su comprometida asistencia.
Es sabido que no todos tenemos las mismas necesidades económicas, y la urgencia ante la falta de pago era diferente en cada situación, pero la solidaridad debe hacer del reclamo del otro, mi reclamo. Si hay algo que debemos modificar como comunidad docente, es ese sentimiento de indiferencia frente a la necesidad del otro, ese desinterés que impide movilizar nuestras acciones si con ello se verán perjudicados nuestros propios intereses. Y sobre todo, debemos aprender a reclamar lo que nos corresponde. No es natural que un trabajador no perciba su salario. No debemos naturalizar una injusticia sino que debemos intervenir para modificarla. Está claro que es posible, que juntos es posible, hoy lo hemos demostrado.

Emilce Acuña

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