domingo, 31 de diciembre de 2017

¿Es el fin?

Nací en un mundo que ya estaba girando hace muchísimo tiempo y  ese mundo tendrá un único final, es resto es literatura.
Es cierto que termina un año y empieza otro pero eso no implica un fin en sí mismo, es parte del deseo del hombre por dominar aquello que no puede y que nunca podrá: el tiempo.  Desde los calendarios lunares que marcaban la transición entre un mes y otro hasta las personas privadas de su libertad dibujando palitos en la pared, somos seres temporales que tendremos inevitablemente el mismo fin.  Sin embargo hay sentidos creados alrededor de estas fechas, obligaciones culturales que imprimen su sello frívolo, los excesos, el estruendo, dolores que se supone deben ser más intensos al momento del brindis, fijar objetivos para el nuevo año, en fin, puro cuento, literatura.  De alguna manera, somos la historia que nos vamos narrando todos los días, intentando darle un sentido a tanta locura.
Mañana será un nuevo día y todo comenzará otra vez como cada vez que el sol asoma desde el horizonte, pero mañana no te querré más que hoy, ni me dolerá menos tu ausencia, ni haré planes que sé que no podré cumplir, sólo me dejaré estar en el tiempo para saberme atravesada por él como si todo el universo despertara de su letargo para darnos una nueva oportunidad.


jueves, 2 de noviembre de 2017

Todos los mundos en uno


Lo maravilloso de la ficción es que aunque sea un mundo inventado, lo que provoca en nosotros es absolutamente real. Podemos llorar con un poema, una película o una novela, podemos reirnos, emocionarnos o indignarnos y ese sentir será verdadero y tendrá tanta intensidad como la mentira de la ficción. Les cuento esto porque cuando descubrí la serie Stranger Things ya no pude abandonarla pues está anclada en mi infancia y puede que de alguna manera me ayude a recordarla. Es una serie generacional, ambientada en los 80. No solamente está llena de objetos y situaciones de esos años, sino que en la historia los protagonistas son niños, niños de esa época, que hacen cuevas con sábanas y mantas en sus habitaciones, tienen códigos secretos y hablan entre ellos por wokitokis elaborando planes que sólo a esa edad se pueden inventar. Vienen a nosotros como relámpagos las imágenes de las películas de Spielberg cuando los vemos andar en bicicletas durante la noche iluminando las calles del barrio con sus focos delanteros en medio de una atmósfera sobrenatural. También hay referencias a Carpenter, a Stephen King y a George Lucas, pero si perteneces a otra generación, la serie no te deja afuera; es una historia que te hace lugar y te abraza desde el comienzo con la inmensa ternura que despiertan sus personajes.
Me estoy demorando intencionalmente en mirarla, como cuando era una niña y no quería que se acabara mi helado de chocolate, pero cada vez que decido avanzar en su recorrido siento que paradógicamente voy hacia atrás y vuelvo a mi primera casa cuando papá subía al techo y preguntaba a los gritos si se veía mejor mientras maniobraba la antena de la televisión y mi mamá dejaba levar los bollos de pizza cerca del horno encendido.
Stranger Things es una historia tan bien contada que contiene en su interior todas las demás.


lunes, 1 de mayo de 2017

El óbito de nuestros días

 "Los seres que gozan de buena salud no poseen ni la experiencia de la agonía ni la sensación de la muerte.  Su vida se desarrolla como si tuviera un caracter definitivo."
"Si las efermedades tienen una misión filosófica, ésta no puede consistir más que en mostrar lo frágil que es el sueño de una vida realizada. La enfermedad convierte a la muerte en algo siempre presente; los sufrimientos nos unen a realidades metafísicas que una persona normal y con buena salud no comprenderá nunca."
"Toda enfermedad implica heroísmo- un heroísmo de la resistencia y no de la conquista, que se manifiesta a traves de la voluntad de mantenerse en la posisiones perdidas de la vida."

Cómo es posible que alguien que escriba toda su vida sobre el desamparo de nuestra existencia haya muerto de viejo? Algo debe habérselo impedido, algo lo unía a la vida, quizas la angustia existencial fuera su goce.  
Cioran es sin duda el filósofo de la muerte y aunque estuve intentando involucrarme con otras lecturas, en este tiempo no hay ficción que pueda darme abrigo. Lo intenté con Puig, con Mankel, hasta he llevado de viaje a Steven King pero no he podido dejarme llevar por esas páginas.  Todo lo que quiero es pensar la muerte como parte de la vida y aceptarla.   
Alguien se esta muriendo, poco a poco esta desapareciendo de esta tierra, ya ha bajado más de quince kilos en cuatro meses y no hay nada a lo que pueda aferrarse, ni un deseo, ni una creencia, ni un amor. Nada de lo que ha construido la une al anhelo de seguir viviendo. No hay aspiraciones, ni ansias, ni codicia.  Todo parece empujarla a las garras de la muerte y ella se deja ir sin resistencia.  No hablamos de eso, pero imagino que hace días  ha decidido no dar batalla.  La aceptación estoica de su enfermedad revela su determinación, su apatía, su aplastamiento a una cama que la absorbe día a día como el parásito del almohadón de plumas. ¿Acaso importa luchar? 
Piensa en su madre como espejo, como un fantasma que deambulaba sin rumbo pero que ahora definitivamente viene por ella.  También vendrá por mí, por todos.   No es pesimismo, es conciencia, es la percepción del olvido, la certeza de la oscuridad absoluta, el no lenguaje, la nada. 

martes, 7 de febrero de 2017

Lo que se viene

       Ya me los veo venir.  Saldrán los grandes titulares diciendo que somos perversos al tomar como rehenes a las blancas palomitas, a quienes, por otro lado y en diferente contexto, los mismos que dicen defenderlos quieren meterlos tras las rejas.  Pero es así, los niños y jóvenes a veces son "malvivientes"  merecedores de las mismas condenas que  los adultos y otras, otras son seres indefensos portadores del noble derecho a educarse.  Ya los conozco. Van a enaltecer en "notas periodísticas" al maestro rural que camina 30 km para llegar a una escuelita en medio de la nada de La Nada.  Con  música de fondo del final de una película de Disney, nos contarán que a pesar de los calores intensos, de los caminos sinuosos y de las lluvias torrenciales que son frecuentes en el lugar, el maestro toma su mochila y camina con su blanquísimo guardapolvo por las calles de tierra, porque no hay medios de transporte que te lleven a La Nada. Camina y camina; soporta el sudor, los mosquitos, se arriesga con valentía a que el dengue lo encuentre desprevenido, se arremanga los pantalones y cruza un río, nada lo detiene.  Tiene tres horas hasta llegar a la escuelita.  Sonríe al tropezarse y sigue, sigue porque esta convencido de su misión, sabe que la educación de esos niños depende exclusivamente de él.   El periodista se emociona, se esfuerza para que sus ojos al borde de la lágrima cumplan con el deber de conmover a la audiencia hasta convencerla de que ese sí es un maestro de verdad, un maestro que se sacrifica, que se anula por completo en pos de sus alumnos,  un maestro que no toma ninguna medida que podría perjudicar a esas caritas que lo esperan, un maestro que deja todo por la educación, pero todo eh!  Los demás, los demás son vagos. Y aunque el periodista no lo diga con palabras, lo dice cuando encumbra sólo su abnegación. 
     La idea no es desvalorizar la tarea de ese docente, sino poner en el tapete lo que no se cuenta de él: cuánto cobra por su ruralidad, cómo vive ese maestro con su familia, cuáles son las condicienes edilicias de esa escuela, que rol cumple el Estado en La Nada, por qué no se ha realizado otro acceso para llegar hasta allí.  Eso no te lo cuentan, sólo su inmolación.

       ¿Qué pasaría si ese docente decidiera reclamar por su salario, por el aumneto en la calidad de los alimentos enviados al comedor de su escuela? ¿Qué pasaría si deciediera realizar una protesta para que se mejoren los caminos que llevan a la escuela, si pidiera materiales didácticos, avances en infraestructura? ¡Ahhh!  Entonces ya no sería tan buen docente, ni tan amoroso, ni tan comprometido, ni siquiera sería capaz de enternecernos.  Pasaría a ser feo, sucio y malo. 
      Ya está llegando el debate de siempre y los medios cumplirán la función que mejor saben cumplir: enmascarar la verdad con una mentira sensiblera que le lleve a creer a la gente lo que ellos quieren que crea. 

domingo, 29 de enero de 2017

El desencanto de tu prosa

        Escribo sobre él porque hoy se cumplen 20 años de su partida y acabo de leer las notas que con afecto lo recordaban en la revista Radar.   Además,  (sobre todo) hace poco tuve el gusto de conocer a Galván y a Rocha, a Stan Laurel y al delegado Ignacio. A otros ya los conocía desde mi adolescencia. Escribo estas líneas cautivada por la ternura que han despertado en mí esos personajes.  No he leído sus numerosos artículos periodísticos publicados durante años en Página 12, solo sus ficciones.  Sin embargo, lo maravilloso de la ficción, que bien puede decirse que es una mentira organizada e ilusoria, es que genera emociones verdaderas.  ¡Cuánto lamenté cuando el otro Soriano descubre a su amigo sentado en un sillón en la penumbra de un rincón de la casa con su gato muerto y aún tibio sobre sus piernas! Nadie puede decirme que ese lamento fue ficcional. O cuando el farsante de Sepúlveda le pega en el rostro a Rocha una y otra vez hasta dejarlo medio muerto en el ring. O la indignación que despertó en mí  la exploción de aplausos en el estadio que ocultaba en sus entrañas el terror de la dictadura. Las emociones que genera la ficción son tan genuinas que abrazo en mi interior a aquellos escritores o escritoras que les echan su luz.
      Osvaldo Soriano, tan despreciado por la academia, ha sido y es un escritor para las grandes mayorías.  No solo por su escritura llana, prolija, sin rebusques gramaticales, sino porque tengo la sospecha de que hay personas que no podrían disfrutar de su lectura, un triunfador por ejemplo, y menos un gorila. Creo o me gusta creer  que los lectores de Soriano somos trabajadores, personas que fácilmente nos identificamos con el tipo que tiene solo un bolso sobre su hombro y una via desierta por delante. Esos son los personajes de Soriano, perdedores, derrotados antes de comenzar, pero que son salvados por la nobleza de sus acciones, por sus amistades genuinas, por la dignidad de no venderse, no son mezquinos, son seres enormes vestidos con harapos como el Mingo de Cuarteles de Invierno. Sus personajes eligen el olvido con la frente alta, eligen perder mordiéndose el labio inferior y apretando los puños antes que renunciar a una idea que consideran genuina.
- ¡Tiren hijos de puta! ¡Tiren! ¡La vida por Perón!
       Gracias por ese bello desencanto Soriano.
 

sábado, 14 de enero de 2017

El adios a Lucia


Nos duele a todas, se estremece nuestro cuerpo y nuestro corazón, nos da náuseas, impotencia, tristeza, nos da rabia, indignación, horror. Pero también aparece algo nuevo, un sentir que no tiene nombre asociado a la repulsión y al asombro ante tanta maldad.
 Algo innombrable aparece cuando el cuerpo mutilado de una niña grita que  los villanos están entre nosotras agazapados en la oscuridad. No se puede narrar el espanto porque el lenguaje no puede contenerlo,  ni explicarlo, ni darle forma.  No hay palabra que nombre la agonía desmedida e interminable de Lucia.  Lucia, un nombre lleno  de luz devorada por los hombres oscuros.

El cuento de nunca acabar



El rey



            Había una vez un hombre que quería ser rey. Decía ser republicano y democrático pero muchos de los que vivían en aquella comarca no le creían. Finalmente llegó al trono gracias a las grandes pantallas distribuidas a lo largo y a lo ancho del lugar y una vez instalado en el poder hizo y deshizo a su antojo sin consultar al pueblo.
             Los que lo habían aplaudido se escondieron en sus casas y apagaron la luz, sólo aquellos que nunca le habían creído salieron a las calles a defender lo que era derecho de todos: salud, educación, trabajo y libertad. Siempre eran los mismos duendes anónimos los que bajaban de los árboles a reparar lo destruido porque el gran señor Huxley ya les había constado como era el mundo feliz.  Y mientras en las pantallas mostraban al rey regalando flores a los niños, los duendes constructores de sueños seguían plantando semillas adonde quiera que fueran.