viernes, 26 de septiembre de 2008

1:53 imperdibles

La poesía tiene el don especial de concentrar en pocas palabras ideas simples y complejas que contadas de otra manera, nos obligaría a llenar líneas y líneas. En este sentido he hallado una animación poética hecha de plastilina.









A los docentes con intereses privados


LLAMADO A LA SOLIDARIDAD DE LOS DOCENTES DE ESCUELAS PRIVADAS








En el último paro docente realizado al gobierno de la ciudad de Buenos Aires, hubo una adhesión de 95 % en las escuelas públicas y sólo un 10 % en las escuelas privadas. En consecuencia, hemos decidido llamar a la reflexión a nuestros compañeros y recordar algunos de los motivos que llevaron a la suspensión de las actividades docentes:

1 – Recorte de becas a alumnos que se encuentran por debajo del nivel de pobreza.

2- Lanzamiento de privatización de tres escuelas públicas.

3- Cursos docentes pagos y anulación de la formación pública accesible a todas las clases sociales.

4- Condiciones edilicias deplorables y servicios no disponibles en los establecimientos educativos.

5- Negación irrevocable ante la demanda de aumentos salariales.

Ninguno de los motivos enumerados causará sorpresa, puesto que ya conocemos las condiciones en las que un docente enfrenta su tarea diariamente; el hecho que quizás sea innovador es el pedido de docentes porteños a otros docentes porteños para que acompañen las medidas de fuerza que se están llevando a cabo en nuestra ciudad, no sólo por el hecho de que logrado alguno de los ítems anteriores TODOS gozaremos de los beneficios adquiridos, (aún aquellos que no lucharon por ellos) sino porque los que llevamos adelante la tarea de educar, sea cual sea el lugar donde trabajemos, debemos defender una educación pública digna que permita el acceso de todos los niños/as al sistema educativo.

No defendamos nuestros intereses privados. La educación nos pide un gesto concreto, una apuesta significativa y solidaria que demuestre con hechos nuestro noble compromiso adquirido el día en que decidimos ser docentes.

La educación trasciende las fronteras de nuestras aulas, cuando renunciamos a un beneficio personal en pos de una causa social justa.

Docentes de escuelas privadas

en defensa de la escuela pública

jueves, 18 de septiembre de 2008

Crónica de dos días de paro



Para dar un breve panorama de la política llevada adelante por Macri y sus secuaces, diré solamente que el gobierno de la ciudad les concedió vacantes a diversas universidades privadas para que sus alumnos de Medicina hagan residencias en hospitales porteños. La UBA advirtió que este hecho implica una transferencia de recursos del sector público al privado. Cabe destacar también que, como si no bastara con el desabastecimiento hospitalario, con las amenazas de desguace del sistema estatal de salud mental y con la falta de gestión en el nombramiento de personal en las áreas críticas de los hospitales de la ciudad; el recorte de becas alcanza a alumnas madres, a 1100 chicos en situación de indigencia y a 12 mil que viven bajo el nivel de pobreza.
Digo esto porque el miércoles estuve frente a la Legislatura después de haber huído de una suplencia que había aceptado racionalmente para reemplazar a una compañera que realizaría el paro. Pensaba, para no sentirme pésimamente que no me correspondía a mí tomar partido porque yo no lo había votado y que no estaba mal si una vez pensaba en mi conveniencia económica después de tantos paros a los que me había adherido.
El miércoles, me encontré con esos colegas que nunca han apoyado una decisión conjunta cuando están en riesgo sus intereses pero que cotidianamente permanecen en la queja sobre lo mal que está la educación y que bla, bla, bla. Comencé entonces a quitarme la benda que había puesto en mis ojos. Cuando estuve frente a los alumnos de mi compañera, les expliqué los motivos del paro y su importancia, pero fue cuando les planteé la equivocada decisión de la escuela en suplantar el lugar de un reclamo genuino, cuando me pregunté qué mierda hacía allí. Se cayeron los argumentos que me había inventado para tranquilizar mi conciencia y supe que si cedía ese día, si ese día o cualquier otro privilegiaba mi propio bolsillo antes que una causa noble como la educación pública, no habrían tenido sentido mis reclamos anteriores y no me ganaría el derecho de despotricar ante un nuevo anuncio del macrismo.
Al mediodía partí hacia Avda. de Mayo y 9 de Julio y cuando vi a mi compañera, esa a la que yo había suplantado durante la mañana del miércoles, sentí nuevamente la convicción de que las causas más justas que históricamente peleó nuestra argentina siempre fueron defendidas por aquellas personas que anónima y heroicamente supieron anteponer una causa común al interés personal. Me abrazó y me dijo que en verdad le alegraba verme allí.

martes, 16 de septiembre de 2008

La ficción al desnudo




El gran pez
de Tim Burton



Si existe una película que revele el arte de contar historias que caracteriza la producción de Tim Burton, ésta es sin duda El gran pez. Para los seguidores de este director no es novedad el hecho de que sus películas posean un estilo propio marcado por la elección de los colores para sus escenarios, sus personajes extremos y los actores seleccionados, pero El gran pez se distingue de sus otras producciones por desnudar íntegramente el artificio de la ficción, revelándonos que toda realidad es sólo construcción verbal: no existe un mundo si no es contado por otro; el mundo debe ser nombrado para que exista.

La realidad es presentada a los demás a través de nuestras propias palabras y las primeras que llegaron a nosotros fueron la de nuestros padres, o la de aquellos que, eligiéndolo o no, ocuparon ese lugar. En el comienzo el mundo nos fue contado por un padre... esa es la magia que da vida al El gran pez para contarnos, más allá de todo adorno, la relación de un padre a punto de morir con su hijo a punto de convertirse en padre.
Con personajes desopilantes y multifacéticos, Burton nos introduce como por arte de magia en una manera de narrar que determina ineludiblemente aquello que se cuenta.

Ficción y realidad se conjugan en el origen de la relación que establecen el padre y el hijo enmarcada en relatos fantásticos y maravillosos que parecen no haberse agotado al llegar la adultez, y es allí justamente, en ese lugar sin límites e inventado por otro, en el cual quiesiéramos quedarnos por siempre rodeados por brujas de inmensa ternura, por gigantes apacibles y sin zapatos, descalzos, sobre todo, descalzos.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Tristeza Nacional


Si hay un hecho que me entristece realmente, es cuando escucho a un niño de 6 u 8 años llamar a otro “negro”, “bolita”, “villero” o de tantas otras maneras que el mundo de los adultos ha inventado para nombrar al otro diferente, palabras punzantes utilizadas como categorías cerradas pero llenas del más despreciable odio. He escuchado frases como éstas en educadores católicos, en miembros de mi familia, en amigos que poco a poco fui dejando de ver; pero cuando aparecen en labios de los niños, estas palabras refuerzan su sentido y no puedo dejar de sentir una inmensa tristeza por ellos y por todos los que ya hemos crecido.

Hace pocos años soy lectora dominical del diario Página 12 y he descubierto en José Pablo Feinmann la voz periodística más cercana a mis ideas, y aunque a veces me duelan sus ironías filosas y su mirada al borde de la desesperanza sobre ciertos temas, siento que hoy es él el que golpea mi mejilla diciéndome: despierta, niña, despierta! Y entonces sacudo mi cuerpo en un espasmo y escucho a un niño decir por primera vez “negro de mierda”.

He aquí un fragmento de una de sus notas:


Ahora, otra vez la “seguridad”, de José Pablo Feinmann en Página 12

Septiembre 8th, 2008

Buenos Aires es una ciudad opulenta que ofrece trabajo a ciertas franjas de habitantes del conurbano. Pero a pocos. También teme ser invadida por ellos y abomina de la invasión de sus “hermanos latinoamericanos”, a los que detesta. Si bien la última rebelión social, el último movimiento invasor fue protagonizado por los ricos, superado ese problema, el del “campo”, vuelve el otro: el de la seguridad. Lo han instalado los medios porque para eso están, no sólo aquí sino en el mundo entero, para manejar la agenda. Y se ha podido instalar porque es un tema siempre sensible al porteño, personaje que sabe que habita un espacio de privilegio y exige que se lo cuiden. Macri no ha cumplido hasta ahora esas expectativas. Se ven demasiados “negros” por Buenos Aires. Demasiados “perucas”, “bolitas”, “brasucas”, “yoruguas” o “paraguas”. Aunque, es notorio, los “brasucas” vienen con buen dinero y se compran todo, conque se los tratará bien. Pero los otros (que llevan en la cara, además, ese color oscuro que da tan feo, como tierra, o como sucio) vienen a quitarnos lo nuestro. Aquí aparece la figura del xenófobo.

Hoy, como siempre, en la Argentina es muy fácil sentirse alguien, sentir que uno es algo más que un pelafustán asustado que vive en un país que es de otros. Basta con hablar pestes de los “bolitas” o de los “paraguas” para sentir que uno es dueño de la patria, ya que nos la vienen a robar. Sartre, en Reflexiones sobre la cuestión judía, afirmaba que cuando el antisemita dice que el judío “le roba Francia” siente que Francia es suya, que le pertenece. No hay modo más directo y simple para el antisemita francés que decir que el judío le está robando el país para, de inmediato, sentirse dueño de ese país, dueño de Francia, para sentirse encarnación de la patria, casi un símbolo de pureza y de poder. Pobre tipo. Pobres, también, todos los tipos que hoy, aquí, en la Argentina, andan cacareando contra los extranjeros. Sienten, de pronto, algo que hace mucho no sentían: que tienen una patria, un país que les pertenece. Que tienen un ser. Que valen algo. Que valen, al menos, más que los inmigrantes. Que son argentinos y que la Argentina es de ellos, ya que son los otros quienes se la vienen a robar.

Qué fácil les resulta reinventar la patria, reencontrarse con el orgullo, con cierto linaje. Qué fácil les resulta no sentir que son poco, infinitamente poco, sólo un número de una estadística que no conocen, que manejan otros. De pronto, son, otra vez, como en el Mundial, como en Malvinas, ¡argentinos! La patria los convoca. Nos están invadiendo. De todos los rincones de la América oscura y pobre vienen a quitarnos lo nuestro. Son ellos: son esos mestizos zarrapastrosos, ajados, descosidos, que se acumulan en nuestras oficinas de migración, o que abultan las villas miseria. Están llenos de codicia y de furia delictiva. Porque a alguna de esas dos cosas es que vienen: o a robarnos nuestros trabajos o a robarnos nuestro dinero. Si trabajan, le están quitando ese lugar a un compatriota (a uno de los nuestros) que lo necesita. Si roban, si delinquen, nos están agrediendo. Que nos asalte un compatriota vaya y pase; es, al cabo, una contingencia nacional, una cuestión de la patria que ya solucionaremos entre todos. Pero que nos asalte un extranjero es intolerable. ¿Cómo se atreve? ¿Cómo se atreve a agredir a uno de los nuestros, a uno de los dueños de la patria, a un argentino? Duro con él.



Aquellas pequeñas canciones



Es una de esas canciones que trajo a mi memoria los bailes organizados en casas de mis amigos de escuela: las chicas llevamos algo dulce y los varones salado.
Los estelares es un buen nombre para un grupo que me hizo recordar aquellas noches llenas de estrellas.

Un Dios que juega a las escondidas



Sivaivni


Philip K. Dick



por Emilce Acuña


A diferencia del relato fantástico que propone una salida ambigua a la interpretación donde es el lector quien debe optar por la razón o la sin – razón, las historias de ciencia ficción se sostienen en los avances reveladores de la tecnología y la física atómica, que permitieron a través de los años desplegar la imaginación hacia lugares a donde aún el hombre no ha llegado. La posibilidad de vida en otros planetas, la dimensión espacio temporal, la experimentación científica y los fenómenos astrológicos, son algunas de las vertientes principales de las que se nutre el género; sin embargo existen autores que lo van consolidando no sólo a partir de lo ya conocido hasta entonces sino sumando un plus relacionado intrínsecamente con quien escribe y con su propia posibilidad narrativa de combinar y dar forma nueva a lo ya enunciado y, sobre todo, a lo que aún no existe.

Este es el caso de Phipil Dick, un autor que no sólo une realidad y ficción sino que la riqueza de su narración radica fundamentalmente en la combinación múltiple de fenómenos irracionales que van adquiriendo verosimilitud en el relato a medida que puede hallarse coherencia dentro del propio mundo ficcional creado por el autor. Principalmente, Dick pone en duda nuestra realidad, cuestiona racionalmente todas las leyes que rigen nuestro mundo, para que lo irracional, paradógicamente, asalte al lector como única explicación racional.

Sivainvi (Sistema de Vasta Inteligencia Viva) escrita en 1978, es parte de una trilogía que junto con La divina invasión y La transfiguración de Timothy Archer, conforman aquello que los mismos títulos van esbozando acertadamente. En la cosmología creada por Dick existe un Dios que, aunque se escribe con mayúscula, puede manifestarse en los estratos de la basura, un Dios que juega a las escondidas con los hombres, que es el mismo para todas las religiones existentes y que subyace en cada ser humano, porque Dios es en definitiva el hombre mismo.

Lo único que nos salva en el relato de Dick es comenzar a creer en él sin simulaciones, sin jugar al como si, sin pacto ficcional de por medio, sino encontrando una nueva fe unida a una serie de palabras que nos rescatan de este mundo que tan bien hemos ordenado y nos aproxima a otro, lejano. Leer a Philip Dick es dar un manotazo a esa otra posibilidad de realidad que pocos se atreven a pensar, sólo aquellos que eligen la duda de todo lo que existe y rondan la periferia de doctrinas y filosofías.