jueves, 18 de septiembre de 2008

Crónica de dos días de paro



Para dar un breve panorama de la política llevada adelante por Macri y sus secuaces, diré solamente que el gobierno de la ciudad les concedió vacantes a diversas universidades privadas para que sus alumnos de Medicina hagan residencias en hospitales porteños. La UBA advirtió que este hecho implica una transferencia de recursos del sector público al privado. Cabe destacar también que, como si no bastara con el desabastecimiento hospitalario, con las amenazas de desguace del sistema estatal de salud mental y con la falta de gestión en el nombramiento de personal en las áreas críticas de los hospitales de la ciudad; el recorte de becas alcanza a alumnas madres, a 1100 chicos en situación de indigencia y a 12 mil que viven bajo el nivel de pobreza.
Digo esto porque el miércoles estuve frente a la Legislatura después de haber huído de una suplencia que había aceptado racionalmente para reemplazar a una compañera que realizaría el paro. Pensaba, para no sentirme pésimamente que no me correspondía a mí tomar partido porque yo no lo había votado y que no estaba mal si una vez pensaba en mi conveniencia económica después de tantos paros a los que me había adherido.
El miércoles, me encontré con esos colegas que nunca han apoyado una decisión conjunta cuando están en riesgo sus intereses pero que cotidianamente permanecen en la queja sobre lo mal que está la educación y que bla, bla, bla. Comencé entonces a quitarme la benda que había puesto en mis ojos. Cuando estuve frente a los alumnos de mi compañera, les expliqué los motivos del paro y su importancia, pero fue cuando les planteé la equivocada decisión de la escuela en suplantar el lugar de un reclamo genuino, cuando me pregunté qué mierda hacía allí. Se cayeron los argumentos que me había inventado para tranquilizar mi conciencia y supe que si cedía ese día, si ese día o cualquier otro privilegiaba mi propio bolsillo antes que una causa noble como la educación pública, no habrían tenido sentido mis reclamos anteriores y no me ganaría el derecho de despotricar ante un nuevo anuncio del macrismo.
Al mediodía partí hacia Avda. de Mayo y 9 de Julio y cuando vi a mi compañera, esa a la que yo había suplantado durante la mañana del miércoles, sentí nuevamente la convicción de que las causas más justas que históricamente peleó nuestra argentina siempre fueron defendidas por aquellas personas que anónima y heroicamente supieron anteponer una causa común al interés personal. Me abrazó y me dijo que en verdad le alegraba verme allí.

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