viernes, 19 de octubre de 2018

Encontré este texto que escribí cuando apenas nos habíamos mudado.  Los cambios fueron muchos desde entonces y no fue fácil adaptarse.  Salir del conurbano bonaerense para meterse en un pueblo de poco más que 500 habitantes, es sin duda un cambio radical y aunque disfruto de los paisajes que fui haciendo míos con el tiempo, extraño a mis amigos/as;  a veces pienso que no tendría que haberme alejado tanto...   Tal vez sean estos tiempos que me toca vivir con esas ausencias que me arrojaron al desamparo porque hay noches de tanta soledad, que pienso que el mejor lugar del mundo es aquel donde viven los que uno ama.  

"Imagínense un lugar con sólo 500 personas cuando una cuadra de la ciudad de Buenos Aires puede contener tranquilamente esa cantidad de habitantes.  Doyle no tiene magia, ni tiene mística, ni secretos, ni estrellas más grandes ni más brillosas, somos nosotros quienes podemos verlas aquí en todo su esplendor, no tiene aire más puro que en otra parte es sólo que son pocos los autos que transitan sus calles y hay árboles en todos lados.  Quiero decir con esto que no es un nuevo lugar, nosotros somos nuevos aquí y es cierto que para realizar un cambio exterior primero hay que hacerlo interiormente.  Nos marchamos de la ciudad antes de llegar aquí, pero también es cierto que los lugares poseen su propio ritmo, sus personajes, sus alimentos, su siesta, sus distancias y crean a su vez, sus propias costumbres.  Sarmiento asegura en su "Facundo" que el pueblo argentino es poeta por naturaleza a causa de su paisaje: la pampa.
       Para aquellos que hayan vivido una tormenta en Doyle (la última fue el viernes primero) les transcribo unas líneas del libro citado y verán qué cerca se encuentra de nuestra vivencia:

 "El pueblo argentino es poeta por carácter, por naturaleza. ¿Ni cómo ha de dejar de serlo, cuando en medio de una tarde serena y apacible, una nube torva y negra se levanta sin saber de dónde, se extiende sobre el cielo, mientras se cruzan dos palabras, y de repente, el estampido del trueno anuncia la tormenta que deja frío al viajero, y reteniendo el aliento, por temor de atraerse un rayo de dos mil que caen en torno suyo?  La obscuridad se sucede después a la luz: la muerte está por odas partes; un poder terrible, incontrastable, le ha hecho, en un momento, reconcentrarse en sí mismo, y sentir su nada en medio de aquella naturaleza irritada; sentir a Dios, por decirlo de una vez, en la aterrante magnificencia de sus obras?"




     Ese sentimiento olvidado que provoca en nosotros el ver la tierra extensa iluminada por la fuerza de un rayo  es el que de a poco vamos recuperando en este lugar, un lugar donde las personas se muestran amigables y en el cual todas tienen nombre y apellido.   De repente todos en el pueblo saben tu profesión, tu parentesco y  tus decisiones diarias.  Al principio resulta invasivo porque traemos a cuestas la desconfianza que se gesta en las grandes ciudades, pero con el paso de los días uno comprende que es simple curiosidad espontánea que cuestiona a fondo como lo hacen los niños  y entonces entendemos que para ser parte de una comunidad hay que ceder parte de uno mismo y aunque uno sigue conservando para sí la intimidad de sus días, es cierto que parte de nuestra vida pasa a ser pública, abierta a la comunidad y eso no está mal.  Después de todo, el anonimato que imponen las grandes ciudades nos deja más solos y abandonados que en un lugar con 500 personas."

Fuente citada:  Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas, Domingo F. Sarmiento, CEAL, 1979, pág. 41

No hay comentarios: