sábado, 16 de mayo de 2009

Las cosas por su nombre

El resultado de la instalación de un cartel en el garage de una vivienda ubicada en la calle Facundo Quiroga, llamó la atención de los vecinos. El propietario, un simple trabajador cansado de que no se respete su humilde señalización de prohibido estacionar en su puerta de acceso a la cochera de su casa, armó un rústico cartel con un papel y con bolígrafo. La zona es muy transitada y el sumiso contribuyente no encontraba el método adecuado para avisar a los distraídos automovilistas que en ese lugar existía una salida de vehículo. Entonces tomó el papel y una birome y fabricó un enorme cartel que decía: “Me rompe las bolas que estacionen en mi garage”. Curiosamente, ni un auto ocupó el espacio. Signo de que todos somos hijos del rigor y que hablar a las claras, sirve.


Los epítetos que da el diario la opinión a mi cuñado, son más que graciosos: simple trabajador y sumiso contribuyente. En realidad, debo confesarlo, mi cuñado es sobre todo un exclente lector y una reproducción cabal de la realidad del ser argentino. Tiene y encarna esa mirada cruda sobre la realidad, se reconoce frágil frente a la coima, amante de los asados y la cerveza, odia el trabajo esclavo y los compromisos familiares, se da mañas para todo, recibe a los que quiere a puertas abiertas, a veces miente para zafar y después ve qué pasa y sobre todo, posee esa franqueza sin metáforas al decir las cosas que le hace obtener buenos resultados. Te puede caer bien o no, pero mi cuñado es así, a corazón abierto y calzón quitado.

jueves, 2 de abril de 2009

Nuestros jóvenes


Después de haber estudiado literatura durante cuatro años y de haber analizado rigurosamente la figura del héroe en obras universales, ayer, por primera vez en mi vida, conocí a uno de carne y hueso. Cuatro hombres que estuvieron en la guerra de Malvinas se acercaron a la escuela para contarnos cómo fueron esos días en aquella tierra lejana al sur de nuestro país.

Al comienzo, nadie se animaba a realizar la primer pregunta, pero luego fuimos creando un espacio íntimo que nos trasladó en el tiempo al año 1982.

Cuando finalizó la charla, supe que por más que les contara a mis alumnos durante toda mi vida qué sucedió en las islas, jamás podría enseñarles lo que esa tarde habían aprendido.
Nos contaron que no es un orgullo participar en una guerra, que las personas no se convierten en patriotas por tener un arma en las manos, que en una guerra nunca nadie gana, siempre todos pierden; que lo único que les salva la vida es contar a los demás lo que allí vivieron; nos dijeron que hay tres clases de combatientes: los que murieron en Malvinas, los que volvieron pero no pudieron seguir con sus vidas y se suicidaron y los que armaron con pequeños pedazos una nueva historia; nos contaron que los actos más heroicos son desconocidos por la mayoría, nos recordaron que una Plaza de Mayo entera aplaudió la decisión de Galtieri y que Alfonsín "desmalvinizó" lo sucedido. Nos dijeron que las guerras cuando se "pierden" no tienen padre, que esperaban ser recibidos como los jugadores de fútbol cuando regresan del mundial, que regresaron a las tres de la madrugada en la oscuridad de la noche, que los mantuvieron "escondidos" durante tres días para que comieran y se higienizaran, que cuando les aconsejaron no hablar de lo sucedido nadie tenía pensado nombrar nunca más las Malvinas. Nos contaron que muchos regresaron a las islas, que las guerras destruyen las vidas de las personas para siempre, que sienten rencor hacia muchos de sus superiores y que un ejército es necesario en un país para cuestiones civiles y no sólo militares.

Al finalizar el acto, todos nos pudimos de pie y aplaudimos no sólo a los hombres de cincuenta años, sino a los todos aquellos chicos de dieciocho que perdieron sus vidas en las Islas Malvinas. En nombre de ellos, recordemos lo sucedido, tengamos memoria, porque las peores tragedias de nuestro país fueron abaladas por plazas colmadas de personas que en nombre de la Patria derramaron la sangre más inocente de todo un pueblo, sus jóvenes y sus sueños.

martes, 31 de marzo de 2009

Las lágrimas de mamá


Cuando escuché la noticia llamé a mi mamá para compartir el pesar de la muerte del único hombre que impulsó a mi familia, por primera y única vez, a la Plaza de Mayo para festejar la llegada de la Democracia. Yo era una niña entonces y no entendía mucho de lo que sucedía, sin embargo recuerdo que nos subimos al auto de papá los cinco (porque en ese tiempo vivíamos todos juntos), con mis hermnas agarramos las ollas y los toc toc de la escuela y partimos con una inmensa alegría hacia el lugar que nos convocaba. Ese día fue una fiesta; las calles estaban colmadas de gente que compartía un sentimiento único de esperanza. Mamá me dijo que fue la única vez en su vida que votó convencida, que el triunfo de Alfonsín fue más que un triunfo político porque ese día nacía nuevamente la posibilidad de pensar un país para todos, significaba que las voces regresaban libres a las calles después de tantos años de silencio.
Hoy, cuando mi mamá lloraba del otro lado del teléfono, recordé a mi abuelo y su foto con Alfonsín colgada en el comedor de casa, recordé que fuimos felices esa noche y que mi mamá también soñó con un país más justo de la mano del hombre que hoy entristece los hogares con su partida.
En estos tiempos en los que reaparecen los reclamos de "mano dura" y pena de muerte, creo que el mejor homenaje que podemos brindarle todos aquellos que valoramos su persona, es seguir defendiendo la democracia desde el lugar que ocupemos, que las voces sean libres y se multipliquen por siempre.

sábado, 7 de febrero de 2009

Destello de luz


Fausto,
es ese niño que despierta en las mañanas con las mejillas llenas de colores nuevos y chocolatada,
ese niño que te invita al juego de sus inventos y reclama tu cariño con la frescura en sus brazos;

Fausto,
es ese niño de cara redonda y rulos castaños que derrama su amor celeste en todo lo que tocan sus manos pulgarcito,
ese niño que completa los cuentos con sílabas y recorre el mundo con sus pies descalsos,

Fausto,
es ese niño que por las noches susurra secretos imaginando el universo lúdico que mañana tendrá ante él y reparte muñecos de peluche para que la oscuridad no parezca tan profunda,
ese niño que inventa melodías y palabras, negocia las normas de los adultos y dice "vale" cuando
el trato de mamá le parece justo,


Fausto es ese niño que al mirarlo a los ojos,
despacito,
te hace imposible imaginar que el mundo no será mejor
porque te envuelve en la inocencia de los primeros años
y te regala en cada pupila el destello de luz
que aún late, allá lejos,
en los rincones olvidados de los que hemos crecido.

domingo, 4 de enero de 2009

Cuba, la isla perdida



Cuba es esa isla tropical más extraña que aquella que habitan los personajes de LOST, una isla que reúne la música y el grito, la magia y el terror. Es alabada por algunos y cuestionada duramente por otros. Aquí es donde aparecen los personajes de la serie: están los que creen que esa isla se diferencia de todo lo conocido al poseer características únicas y nunca vistas en la historia de la humanidad y que vale la pena vivir en esa extrañeza, y aquellos otros que precisamente quieren huir de su singularidad porque los aterra no ser (o tener) lo mismo que los demás.
Aunque se desconozcan muchos de los datos históricos que forjaron la revolución cubana, a simple vista puede verse que es mucho más sencillo criticar a Cuba con sólo imaginar cómo sería la vida en una isla ubicada al borde de Estados Unidos, la nación más poderosa del capitalismo voraz, una nación "democrática" que le impuso un bloqueo implacable. Es más sencillo pensar el horror que el honor... y más cómodo, claro.
Los medios de comunicación hacían sus evaluaciones sobre los aspectos positivos y negativos que había engendrado la revolución cubana, y he aquí el comentario emitido: el periodista (canal 13) destacaba como aspectos positivos el hecho de que en Cuba la mortalidad infantil fuera tan menor como la de las naciones del centro europeo. También destacaba que el sistema de enseñanza superaba en todas sus cifras a los estados latinoamericanos como la Argentina, Brasil y Chile, y lo mismo vale para el nivel de la asistencia médica. Y es alli donde aparece el tan renombrado PERO. Y dijo: pero, vaya paradoja, nadie puede acceder a un celular libremente, ni tener más de dos propiedades si lo desea.
He aquí el problema; acaso es lo mismo, acaso se puede comparar la muerte de un niño con el acceso a un celular? Y aunque quizas nos sorprendamos al saber ésto, lo cierto es que la mayoría de las personas, en su interior domesticado por el vil capitalismo, si están seguros que nadie va a entererse, eligirían el celular. Las muerteS anónimas no existen, o por lo menos, no parecieran conmover a nadie.

Osvaldo Bayer en su nota sobre la Revolución Cubana en la Revista 23, llama a la reflexión diciendo: Recordemos cuando ese gobierno revolucionario fue capaz de hacer la reforma agraria estatizando el increíble feudo de la United Fruit. Podemos criticar a Cuba los argentinos que no fuimos capaces de hacer nunca una reforma agraria que propusiera compartir esa tierra repartida por Roca y Avellaneda entre los grandes terratenientes, después del genocidio cometido contra los pueblos originarios?

¿No les trae recuerdos vividos en nuestro país hace apenas algunos meses? Si hay algo que se descubre al informarse, es que aquello que decía Rosseauu en su libro Origen de la desigualdad entre los hombres, es que tenía razón; la propiedad, sólo su idea, es la causa primera de nuestras miserias.
Quería ser como Jack, quería creer que el hombre era naturalmente bueno... ¿Por qué no nos dejan?

jueves, 25 de diciembre de 2008

Una de Frank

No hay nada que decir sobre un tema musical convertido en poesía...

domingo, 14 de diciembre de 2008

El lugar añorado



Hay lugares que quedan en nosotros para siempre, porque cuando estuvimos en ellos y habitamos realmente esos espacios, algo idescifrable nos guardamos secretamente en algún rincón del alma, y entonces, es como si pudieramos regresar a ellos cuando volvemos a rozar con las yemas de los dedos ese algo mágico que nos trajimos a hurtadillas. Como esas personas que regresan de diferentes sitios con piedras en los bolsillos, caracoles o un puñado de arena, porque creen confiadamente que tocar esos objetos reales los llevará de vuelta al espacio soñado. Pero lo cierto, es que quizas uno no vuelva a lugares en los que ha estado y es tan desolador extrañar un espacio que debemos inventar algo para traerlo de vuelta hacia nosotros, algo tan indescifrable como eso que extrañamos. Por eso escribo sobre Tandil, un lugar que me recibió en la adolescencia cuando aún todo estaba por hacer, y que volví a recorrer hace apenas unos meses.
Ser maestra me dio grandes tristezas pero no han sido tan intensas como las alegrías. Compartir cinco días a pleno con la infancia codeándose con la adolesencia, me recordó quién era entonces y quién quiero ser. No creo en los tan famosos balances de fin de año, sólo sé que ha sido maravilloso compartirlo con esos seres minúsculos y anónimos para tantos otros y tan únicos y mágicos para mí. Ellos, con sus modas superfluas, sus tics al hablar, sus extraños peinados, sus bromas ingenuas y sus pulseras brillantes, han sido quienes recuperaron emi persona un espacio que hacía tiempo no visitaba: la infancia.
Siempre estaré agradecida por la ternura incondicional de aquellos días.