miércoles, 17 de agosto de 2011

El odio negro


Si hay algo que me entristece, es cuando escucho a chicos de 14 o 15 años repetir los discursos xenófogos y antisolidarios de muchos adultos, cuando veo en ellos la imposibilidad de colocarse en el lugar del otro, la idignación visceral que les despierta el hecho de que otros que no tienen empleo cobren $220 por hijo. "Tienen hijos a propósito para cobrar la asignación", dicen con seguridad como si hubieran podido comprobar este hecho. "No trabajan porque no quieren". "Piden que les den y nada más, son negros, negros de cabeza." Hacen la aclaración sobre el color pensando que eso los salva de ser discriminatorios, cuando en realidad, sus propias palabras los delatan y los ubican en ese grupo de personas que es incapaz de ver al otro. Todos dan el ejemplo del tipo que cayó en la droga, sale a robar, mata y se refugia en la villa. Nadie piensa en aquellos que son marcados sólo por ser pobres, nadie piensa en el tipo que por distintas circunstancias hoy vive en un barrio carenciado y nadie le da trabajo justamente por vivir allí, nadie piensa en la profunda humillación del tipo que revuelve la basura por primera vez, ni en aquellos que son tratados como tal por no vivir sobre una calle asfaltada y con servicios. Nadie piensa en el niño que limpia vidrios, que duerme en la plazas o debajo de los puentes. Sólo ven a estas personas como una amenaza, como potenciales delincuantes, sólo ven que les pueden robar algo que ellos dignamente consiguieron. Nunca se enojan con el empresario que evade impuestos, ni con el patrón que no da empleo formal a sus empleados, ni mencionan los crímenes oscuros que se dan en los country cuando los asesinos están en la misma familia. Ni se los menciona. "Es distinto" dicen, pero no pueden explicar la diferencia, porque hacerlo, sería reconocer que sólo temen al pobre, al que está por debajo de su clase social.
El Estado debe garantizar que todos tengamos las mismas posibilidades; no es tan difícil de entender, sólo hay que ser capaz de conmovoerse un poco, un poquito, con el dolor del otro; desarrollar nuestra sensibilidad social y defender a aquellos que están en una situación vulnerable, una situación que no eligieron y que nadie, nadie, elegiría para su propia vida.





lunes, 11 de julio de 2011

Lo esencial es invisible a los ojos



La inocente frase de El Principito adquiere una nueva resonancia cuando pensamos lo sucedido ayer, en la elecciones en Capital a jefe de gobierno.
¿Qué es lo visible de la política de Macri? Las plazas con rejas, la bicisenda, las paradas del metrobus sobre la Juan B. Justo, los container de basura en las esquinas, el asfalto nuevo en las calles de caballito, el corrimiento de la pobreza de la ciudad, los autitos de la metropolitana. Todo bien visible, bien pro, bien amarillo.. amarillista. Mauricio hace, lo ves... comenta la elegante señora que sacó a pasear al caniche.
¿Pero que es lo invisible de su política? ¿Qué es lo verdaderamente esencial pero no se ve? El cierre de la sala para atención de tuberculosos del hospital Tornú, la falta de gas y de mantenimiento en las escuelas públicas, el intento de cierre de La Gleiser, los maltratos de la UCEP a indigentes, la aberrante discriminación a inmigrantes, el recorte en educación a los cursos que oficiaba el CEPA, las netbook cotizadas a mayor precio de los que aparecen en Garbarino, su procesamiento penal llevado adelante por la Cámara de Justicia por ejercer la fuerza contra las personas y por las escuchas ilegales, el vaciamiento cultural del Centro Cultural San Martín.
Lo esencial es invisible a los ojos. Los medios protectores se encargan de invisibilizar lo atroz de su gestión, su torpeza al hablar, su falta de convicciones propias, su desamor... Mauricio es bienvenido en los canales y en las radios, desfila diciendo dos o tres frases que le apuntaron sus asesores, sonríe, se afeita el bigote cuando está en campaña, embaraza a su mujer en tiempo y forma electoral, llena su circo de globos de colores bien visibles. Lo esencial sigue oculto. ¡Cuánta razón tenía el principito cuando le hablaba al zorro! ¿Será que cada vez se lee menos?

viernes, 17 de junio de 2011

Negro de mi corazón


Vino a vivir con nosotros en tiempos invernales de inmensa oscuridad, y la suya, era tan profunda y tan honda que lo nombramos Poe en honor al gran escritor, pero luego, con el tiempo, otra palabra fue asomándose en nuestros labios. Fue así como de repente, pasó a llamarse Negro. Negrito era aún más cercano y a veces nos reíamos asociando su color con todos los males de este mundo, sin embargo, lo cierto es que el Negrito llenó de luz aquel tiempo lúgubre.

Dormíamos hasta que el sol comenzaba a despuntar y las rosadas cortinas del cuarto dejaban asomar los primeros rayos de luz. Luego, cuando el sol ya estaba en lo alto, el Negro salía resuelto a trepar nuevos árboles y ya no lo veíamos por un tiempo. Como si temiera que se rompiera algún extraño hechizo, regresaba a nuestra casa cuando la luna le iba ganando terreno al sol.

Al caer la noche, el cascabel que colgaba de su cuello anunciaba su presencia por donde quiera que fuera y era común escucharlo primero y verlo después. El sonido de su cascabel lo había salvado de numerosos pisotones en los cumpleaños, no obstante, si permanecía quieto en medio de un oscuro pasillo durante un tiempo, lo más probable era que recibiera una patada involuntaria o un buen pisotón. A pesar de las disculpas que nosotros le ofrecíamos entonces, el enojo le duraba un buen rato, hasta que llegaba a la conclusión de que era más el amor que recibía que los pisotones, así que se lo veía regresar alegremente con su brillo azabache a cuestas y haciendo sonar el cascabel en todo el barrio.

Nos recostábamos en la cama y él se acomodaba sobre nuestro pecho sin dar demasiadas vueltas. Respiraba hondo una y otra vez, y luego dormitaba abriendo y cerrando los ojos cada vez más despacio, hasta que caía en un sueño profundo. Solíamos dormitar con él, aunque nunca llegábamos a dormirnos completamente porque nos gustaba disfrutar de esos instantes de mágica serenidad en que ambos inspirábamos y exhalábamos a la par, y sentíamos el trágico presente escabulléndose en cada respiración. Era inmensa la sensación de ternura que surgía en nosotros en esos momentos. Creo que por eso lo amábamos tanto, por lo que nosotros éramos cuando él se acurrucaba sobre nuestro pecho como si fuera el lugar más seguro sobre la tierra y como si allí, tibiamente, cuidara nuestros sueños.

Los días de lluvia, el Negro se sentaba bien erguido detrás del vidrio de la habitación formando un círculo con su cola dibujando alrededor de sí un nido protector. Observaba el jardín con mirada de poeta, una mirada quieta pero creativa. Oteaba el horizonte del fondo, allá, detrás del limonero real. Se imaginaba haciendo malabares en la parra salpicada de gotas vidriosas, corriendo junto a otros como él, asustando a los zorzales o saltando nuevos charcos en los tejados aún no transitados.

Un día desapareció y fue tanto nuestro dolor que no podíamos pensar en otra cosa. Los silencios se hicieron más largos al igual que las horas y ninguno de los dos lo nombraba para no transformar aquella ausencia en puñal. Ni siquiera nos mirábamos en esos días, porque sabíamos que en los ojos del otro encontraríamos al Negro pidiendo auxilio.

Al principio creíamos que volvería de un momento a otro, pero los días pasaron arrastrando las noches más oscuras de las que tengamos memoria. Fue tanto nuestro dolor que inundamos la casa con nuestras lágrimas y se dibujó una línea húmeda en las paredes y en los muebles. Caminábamos de un lado a otro en el comedor de nuestra casa y luego salíamos al jardín a gritar su nombre a los cuatro vientos con la esperanza de oír algún cascabel que nos diera la señal de su regreso. Recorrimos el barrio, hablamos con los vecinos y pegamos carteles pero todo hacía suponer que tendríamos que acostumbrarnos a la total oscuridad. No podíamos entender que el mundo no se detuviera, porque había desaparecido la prueba de que aún existía en él algo que nos inspiraba ternura.

Por las noches subíamos a la terraza; el ancho cielo se llenaba de estrellas sin sonajeros, y veíamos a otros vagabundos durmiendo sobre los tejados; nunca a él. Los días de lluvia, nos sentábamos a ver como el agua iba poco a poco humedeciendo el paisaje y rezábamos pequeñas plegarias pidiendo por su regreso.

Y regresó. Esa mañana organizamos una fiesta sólo para nosotros, compramos toneladas de queso fresco y cientos de rollos de hilo sisal. Desparramamos cajas de cartón agujereadas y cintas de colores colgaban de los muebles. Lo abrazamos tanto ese día que nos turnábamos para tenerlo en nuestros brazos un rato cada uno. Le preguntamos sin cesar dónde había estado y también le mostramos nuestra pena sellada en los muebles y en las paredes, para que viera hasta donde había llegado nuestro dolor.

Nunca supimos qué le había ocurrido en esos días de ausencia, lo que sí sabemos es lo que nos pasó a nosotros. Por eso, aunque intenten asociarlo a la mala suerte y a las brujerías, nosotros estamos convencidos de que el Negro, el Negrito, es el color que contiene, definitivamente, a todos los demás.

17/06/11

miércoles, 4 de mayo de 2011

El perfume


El perfume

de Patrick Suskind

por Emilce Acuña

Para aquellos lectores que desconfían, con fundadas razones, de la calidad literaria de los best sellers, he aquí una aguja en el pajar, un punto blanco en una gran muralla negra, una maravillosa excepción inventada por el autor alemán Suskind.

El hecho que distingue a la novela y la eleva por sobre los demás best sellers, es que, a pesar de poseer una estructura básica muy utilizada, pudo crear a partir de sus descripciones un mundo autónomo, un mundo puramente aromático que cobra vida en Jean Baptiste Grenouille, un personaje que inspira la compasión y el horror a la vez.

La novela transcurre en Francia, el lugar donde se crean las fragancias más sublimes, durante el siglo XVIII. Es allí donde comienza a desarrollarse una historia que se cierra en sí misma; se inicia con el nacimiento del personaje y finaliza con su muerte.

En ese trayecto de la vida hacia la muerte, Grenouille se convertirá en el perfumista más exitoso de todos los tiempos. Dotado de un talento que rosa lo sobrenatural, su olfato se constituye en su única guía; es él quien le cuenta quiénes se acercan a su encuentro antes de que pueda verlos, quien le trasmite los ingredientes de cualquier comida sin siquiera probar bocado, quien discrimina los componentes de cualquier perfume. Sin embargo, Grenouille, que puede percibir perfumes a grandes distancias, no posee aroma alguno que lo distinga de los demás, ni persona que lo ame, ni hogar, ni familia.

Descubre en la soledad de una oscura cueva, que su olor constituye su identidad y como carece de todo aroma, no es nadie; sabe que sólo alcanzará la plenitud como ser humano cuando éste olor le sea arrebatado a alguien.

Crea entonces, en un primer momento, el olor humano utilizando desechos como base para luego sumar a ellos exquisitas fragancias florales. De esta manera, logra cierto prestigio social, es percibido por las personas y los animales que antes, ni siquiera notaban su presencia.

Finalmente, sale en busca de la fragancia que además de otorgarle identidad, hiciera rendir a sus pies hasta a los reyes más poderosos, un perfume que lo hiciera dueño del mundo; y es justamente cuando lo alcanza, cuando descubre el mágico aroma embriagador que lo convierte por primera vez en amo y señor, el momento en que comienza su final puesto que, paradójicamente, su máxima creación lo ha hecho al mismo tiempo esclavo y la cima de su éxito se constituye también en su propio fin.

16/11/06

sábado, 12 de marzo de 2011

Por las dudas


Quiero dejar impresas en este espacio las palabras de mi presidenta Cristina, palabras que días atrás compartió con todos nosotros desde el estadio de Uracán. Quiero tenerlas a mano, cerquita, porque a veces tengo miedo de que cuando pasen los años, regrese a mi vida la total indiferencia con que siempre miré a la política y si ello llegara a suceder, podré leer el discurso y recordar el sentimiento de pertenecer a un partido político que hoy vive en mí, podré recordar la alegría de cantar junto a otros en contra de los oligarcas de siempre. A veces creo que no, que ya es imposible que me vuelva indiferente, pero por si acaso regresaran los señores oscuros, quiero conservar este puñado de palabras que hoy me permiten imaginar un país más justo para todos.

Discurso completo de la Presidenta




11-3-2011

PALABRAS DE LA PRESIDENTA DE LA NACION CRISTINA FERNÁNDEZ, EN EL ACTO DE HOMENAJE POR EL 38 ANIVERSARIO DEL TRIUNFO ELECTORAL DE HÈCTOR CAMPORA, EN ESTADIO DE HURACÁN, CIUDAD AUTÒNOMA DE BUENOS AIRES.

Gracias, muchas gracias a todos los compañeros y compañeras, que hoy se han congregado aquí: quiero decirles a todos y a todas que esta tarde, aquí en Huracán, no está la Presidenta de la República, está la compañera de todos ustedes. (APLAUSOS). Y como compañera quiero pedirles a todos y a todas que este acto, de este 11 de marzo, sea en recuerdo y en homenaje a quien fuera mi compañero de toda la vida. (APLAUSOS).

Hace exactamente apenas un año, y parece una eternidad, él les hablaba a todos ustedes, desde Ferro. Yo quiero venir a recordarle, como se recuerda al militante con el compromiso de que la lucha que él inicio – un 25 de mayo del año 2003 – es la lucha mía por construir la Argentina que él tanto soñó y por la que tanto trabajó sin descanso, sin desmayo entregando lo mejor de sí. (APLAUSOS).
Quiero también decirles que estaría contento y orgulloso de ver a miles y miles de jóvenes, que como él y como yo, aquel 11 de marzo tenía yo apenas 20 años; en una de las tribunas está mi hija Florencia, que también tiene 20 años, como yo tenía aquel 11 de marzo de 1973. Florencia me pedía que fuera puntual, porque se estaban muriendo de calor.
Yo quiero decirles que vengo también a reconocer que hay otro país diferente, afortunadamente, de aquellos tiempos y de todos los tiempos de estos últimos doscientos años en que las luchas nacionales y populares por construir un país independiente y soberano tuvieron largas marchas y contramarchas.
Si uno piensa no solamente en los jóvenes de aquella etapa, si uno piensa en los jóvenes que construyeron aquel 25 de mayo de 1810, y los que vinieron más tarde a lo largo de toda la historia del campo nacional y popular podrá observar que eran siempre jóvenes que se incorporaban a luchar contra algo porque había algo que los oprimía: o era el yugo colonial o eran las dictaduras las que no dejaban expresarse al pueblo. Por primera vez ustedes - generación del Bicentenario – se están incorporando a la política no contra alguien, sino por alguien, por una historia, por la Argentina por seguir mejorando las cosas. (APLAUSOS).
Ustedes no tienen idea – porque son muy jóvenes – mis compañeros, muchos de ellos que compartimos también años de militancias me van a entender. Pero quiero que sepan que ustedes tienen la inmensa oportunidad histórica de participar en la construcción de un país diferente; de un país en el que no vienen a luchar contra alguien, sino que por algo; en un país donde es posible volver a soñar y donde con alegría y no con dolor, en donde con amor y no con odio, queremos convocar a toda la sociedad. Es una construcción política diferente, siempre en nuestra historia las construcciones políticas, aún las del campo nacional y popular, se hacían en base a las contradicciones o contra algo. Hoy estamos construyendo con un profundo amor por las cosas logradas y con una profunda demanda por profundizar esos cambios para que puedan llegar a todos los argentinos. No, no hay que darle gracias ni a mí ni a él porque hay otra cosa que tenemos que hacer, más importante todavía.
Siento que a lo largo de la historia el campo nacional y popular – liderado por hombres o por mujeres, cuando esos hombres o mujeres ya no estaban era como se desperdigaba porque faltaba la construcción orgánica; porque faltaba la construcción política e institucional que no hiciera depender la transformación y el cambio de una o dos personas. Ese es el gran desafío que tenemos hoy los argentinos y que tienen los jóvenes: cómo hacer para que tanta lucha no sea en vano, cómo hacer para homenajearlo, cómo hacer para que su presencia sea definitiva y la de tantos otros. (APLAUSOS). Construir sobre las coincidencias, aprender a construir los argentinos y sobre todo los jóvenes no sobre las diferencias, que así se ha construido durante tanto tiempo, y entonces todo duraba poco porque faltaba que algo fallara, que no estuviera una coma, que faltara una letra o una oración para juzgar que entonces no se era nacional o popular.
Quiero decirles a todos ustedes, que cuando incorporen a otros argentinos no les pregunten de dónde vienen, no les pregunten cuál es su historia o su partido, pregúntenles si están de acuerdo con que la Asignación Universal por Hijo sirve para que millones de niños tengan derecho a la educación y a la salud. (APLAUSOS). Y también, quiero que les pregunten si están de acuerdo con que tenemos que seguir industrializando el país y agregando valor para seguir generando trabajos más calificados para todo los argentinos. (APLAUSOS) Quiero que les pregunten si tenemos que seguir poniendo en la educación pública en todos sus niveles el esfuerzo y los recursos, y si tenemos que seguir aún poniendo más; quiero que le pregunten si necesitamos seguir inaugurando - como hace unos días - universidades públicas y gratuitas para que tengamos realmente niveles de igualdad; quiero que le preguntan
si necesitamos proteger el trabajo nacional, la producción nacional y el desarrollo de nuestra industria; si necesitamos también seguir desarrollando un fuerte mercado interno que impulse también a que exportemos más y mejor porque generamos más y mejores puestos de trabajo; quiero que le pregunten si quieren ser un país donde los derechos humanos son una bandera de toda
la sociedad, sin ninguna distinción de ideología o partido, porque es lo que nos diferencia de la barbarie. (APLAUSOS).
También quiero que le pregunten si como argentino se siente parte de esta América del Sur, de este MERCOSUR, de esta UNASUR, si se siente profundamente latinoamericano y siente orgulloso de su identidad, de su pertenencia, de su historia; quiero que le pregunten si está de acuerdo con una sociedad que da derechos igualitarios, que amplía el abanico de posibilidades y que nos convierte a todos un poquito más iguales todo los días.
Si están de acuerdo con esas cosas forman parte de esta historia y de este espacio, lo demás es anécdota o vanidades personales.
Quiero homenajearlo a él, nunca he conocido a nadie tan alejado de las vanidades personales y de las banalidades como él. No le importaba nada de lo que suele inclusive importarme a mí por ahí como mujer. Nadie tan despojado de las cuestiones que por ahí distraen en la política y nos hacen ver diferencias donde no las hay.
Por eso quiero rescatar la historia, pero también quiero una juventud que construya su propia historia, como la hicimos nosotros; ustedes son la generación del Bicentenario (APLAUSOS).
Les pido que tengan ejemplos, pero que sean ustedes mismos, cada uno de ustedes, cada una de las horas, porque créanme que el gran vínculo que nos une a todos - desde 1810 a la fecha - es el inmenso compromiso por los intereses de la nación y con los intereses del pueblo, que son la misma cosa, nación y pueblo, pese a que algunos quieran diferenciarlo. No hay pueblo sin nación ni nación sin pueblo.
Yo les pido que construyendo su propia historia, su propia identidad, también están construyendo la historia de todos nosotros. Nosotros no imitamos a nadie, porque en fin, cada uno es producto de la época y de la historia y del momento histórico en que le toca vivir. Y este momento histórico, de esta
Argentina, impensable hace apenas 10 años; estamos solamente a una década del desastre más formidable del que se tenga memoria, y aquí está la Argentina de pie, con dignidad, con libertades, con libertades como nunca tuvo en su historia. (APLAUSOS).
Me atrevo y desafío que me digan si hubo un momento de mayor densidad y profundidad democrática, donde cada uno pudo expresarse como quiso y cómo quiere respecto de todo que esta Argentina que estamos viviendo hoy. (APLAUSOS). Y esto nos tiene que llenar a todos de orgullo, pero también de una inmensa responsabilidad; la responsabilidad de profundizar a la organización popular, de abandonar vanidades y cuestiones dirigenciales que solo sirven para alejar a la gente de la política y creer que solamente esto es una feria de vanidades.
Nuestro gran compromiso es a través del ejemplo diario y cotidiano, cualquiera sea el lugar que nos toque desempeñar; dar el ejemplo de humildad, de trabajo, de convicción para poder, entonces sí, seguir construyendo esta Argentina que tanto nos costó.
Falta mucho, ¡claro que falta! Pero es, precisamente, con la certeza de poder construir lo que se ha construido, lo que nos debe animar para seguir el camino y no abandonarlo.
El gran desafío es que el campo nacional y popular pueda institucionalizar; pero no, eso no se hace a través de una ley o de un decreto. La institucionalización de un modelo de país es cuando se hace carne en el conjunto de la sociedad porque visualiza que ese es el camino más acertado como país y como nación.
Para eso hemos debido luchar contra una fuerte subordinación cultural impuesta históricamente por la historia falsificada desde 1810 a la fecha.
Yo hace unos días, cuando inaugurábamos la Facultad de Ciencia Económicas de la Universidad Nacional de Buenos Aires -la primera la inauguró Perón, la segunda la inauguramos nosotros-, yo hablaba y decía que muy pocos argentinos saben, por ejemplo, que la gratuidad de la universidad pública argentina fue instaurada por un decreto firmado por el general Perón. La universidad nacional pública es gratuita por un decreto del presidente Perón en su primera presidencia. Yo los desafío a que cuántos de nosotros mismos también sabíamos estas cosas.
Por eso digo que es importante que el frente nacional, popular y democrático construya esta institucionalidad, que también es cultural, de saber contarle a los argentinos, pero fundamentalmente no contarle a partir de relatos de fantasía, sino a partir de que puedan ver, tocar y palpar cada uno de los logros que hemos tenido con nuestros jubilados, con nuestros pensionados, con nuestros trabajadores en las convenciones colectivas de trabajo, más de 1.800, luego de haber estado aplastadas durante décadas.
Este es el gran desafío, porque lo otro, “la Argentina del no se puede”, la Argentina de la subordinación, la Argentina que le decía a él, cuando decía que iba a pagar la deuda pero no con el hambre de los argentinos, sino teniendo en cuenta también los intereses de la patria, que estaba loco; de él cuando decidió cortar el nudo gordiano que significaba la dependencia permanente con el Fondo Monetario Internacional y terminar con esa deuda y también lo criticaron.
También, cuando en un hecho histórico en Mar del Plata, en el 2005, encabezó como presidente en la Cumbre de las Américas el rechazo a aquel nuevo estatuto del coloniaje. Eso lo hizo él.
Ahora, mirado desde lejos, parece fácil, pero qué difícil, cuánto ataque injusto, cuánta crítica artera, cuánta pelea y discusión inútil, cuánto tiempo perdido.
Otra de las cosas que les quiero pedir: no pierdan tiempo, no se enrosquen ni se dejen enroscar en discusiones bizantinas que no tienen nada que ver con lo que le importa a la gente y con lo que le importa a la sociedad. No cometan errores que sí hemos cometido nosotros cuando éramos jóvenes.

Yo quiero para terminar, contarles algo tal vez familiar. El pasado 11 de marzo, hace un año, yo no estaba aquí, había ido a Chile a la asunción del nuevo gobierno y justo me pescó -¿se acuerdan?- una réplica del terremoto que había asolado a los hermanos chilenos. Yo decía “un año, otro terremoto”. He leído tantas tonterías en estos últimos días, lo único que faltaría es que dijeran que los 11 de marzo se provocan terremotos, porque qué pavadas que se escriben y que se dicen, ¡por Dios!
Pero quiero contarles que cuando volví y nos encontramos al otro día, él me contó de aquel acto del 11 de marzo y me dijo que había sido un acto diferente, que ese día se habían comenzado a reconstruir vínculos, cercanías, proximidades.
Después lo vivimos en el Bicentenario, ese 25 de Mayo memorable, donde todos los argentinos nos reencontramos con nuestra propia historia y nuestra propia identidad. Y creo que su último acto de servicio fue también ese 27 de octubre cuando descubrimos de repente cuántas cosas había hecho y qué poco lo habían reconocido. Perdónenme, pero tengo que decirlo, se me va a romper el corazón si no lo digo.
No quiero ponerlos tristes, quiero que estén alegres y que lo recuerden como él fue, alegre, por sobre todas las cosas, siempre encontrándole el lado bueno y optimista, no le echaba la culpa a nadie, le metía para adelante. Desde que lo conocí, en los peores momentos que vivió la Argentina y que vivimos tal vez nosotros, en términos personales siempre fue así. Por eso, quiero recordarlo como yo sé que a él le gustaría: con alegría y con compromiso, con convicción y con decisión.
Quiero, finalmente, agradecer a todos ustedes este homenaje que nos hacemos a nosotros mismos, también a él, a los argentinos; solidarizarme también, junto a todos ustedes, con esa desgracia inmensa, esa tragedia inmensa del pueblo del Japón, también queremos estar allí y lo vamos a hacer como estuvimos en Chile, porque los argentinos somos solidarios, nos importa lo que le pasa a los demás.
Y quiero pedirles, para terminar, en nombre de él, que construyamos con amor, que el odio que algunos quisieron derramar sobre nosotros, respondamos con amor. No hay mejores batallas que las que se ganan con el corazón; no hay mejores victorias que las de la buena onda, el optimismo y la fe en Dios. Esas son las cosas que valen, esas son las cosas que duran y perduran en la memoria de los pueblos.
Por eso, en nombre de él y también de mis hijos, quiero decirles que muchas gracias por todas las muestras de cariño y de fe, que muchas gracias por lo de “fuerza Cristina”. Yo siento en cada palabra la fuerza de él y sé que él está definitivamente entre todos nosotros, ya nada ni nadie lo podrá borrar y eso es tal vez, lo que él en el fondo quería, que su nombre, en representación de miles y miles anónimos, que dieron su vida y que no pudieron ver esto, estén representados en él. Por eso nos acompañan las Madres, por eso nos acompañan las Abuelas, que no están con cualquiera, que no confían en cualquiera.
A ustedes y a todos, desde el corazón, muchas gracias, muchas gracias, muchas gracias.
A seguir trabajando por Argentina, a seguir trabajando por el pueblo, por la Nación, por la patria, siempre por la patria.
Gracias, Argentina.

martes, 22 de febrero de 2011

Sin moraleja


Añado un escrito a mi blog poco frecuntado pero querido, un escrito que ya tenía unos meses en mi computadora y que en esta noche de insomnio publico.

Los que alguna vez leyeron La Ilíada o vieron la película Troya recordarán la escena que pretendo traer a nuestra memoria. Aquiles acaba de asesinar al honorable Héctor, amarra sus pies a un carro tirado por un caballo y arrastra el cadáver sobre la tierra con el fin de que no reciba una digna sepultura. En medio de la noche, se hace presente en la tienda de Aquiles el padre de Héctor, Príamo, para reclamarle el cuerpo de su hijo. Aquiles reconoce la valentía del anciano padre pero se niega a entregarle el cadáver puesto que él también es su enemigo y cree que Héctor no es merecedor de una digna sepultura al haber asesinado a Patroclo, su amante. Es entonces cuando el padre de Héctor enuncia una frase memorable “Hasta los enemigos merecen respeto”. Aquiles duda un momento y finalmente, le permite llevarse el cuerpo para que reciba los honores correspondientes, pero le anuncia que a la mañana del día siguiente él volverá a ser su enemigo. Príamo comienza a retirarse de la tienda y antes de salir le agradece el gesto a Aquiles y le dice: Hoy mismo sigues siendo mi enemigo.

Pensé mucho en esta escena durante los días que siguieron al fallecimiento de Néstor Kirchner, porque noté el odio visceral en algunos comentarios que parecieran pisotear todo respeto por el dolor ajeno. Seres de piedra, inconmovibles, despiadados. Nadie pidió un lamento, una lágrima hipócrita, ni un aplauso forzado, pero sí se reclama respeto hasta por el enemigo, un acto de humanidad, un silencio. No agreguemos el odio irracional a una manifestación del amor, y si hubo quienes no pudieron compartir ese dolor al no identificarse con las medidas de su gobierno o por lo que sea, si hubo quienes creen que fue una muerte más y nada más, es tan válido como el pesar que muchos otros sentimos, pero por favor, hagan a un lado el odio pestilente y corran hacia el costado la bronca por no haber disfrutado de todos estos años de esperanza.

La literatura no tiene porqué dejar una moraleja, ya lo sabemos, pero sería interesante descubrir en el arte un rasgo de humanidad.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

El día que se fue


¿Y vos cómo te enteraste? Me levanté tranquilo, me hice el mate, era un día de censo… dice el Barba. A partir de ese momento cada uno de nosotros fue contando al resto cómo se había enterado de la triste noticia. No podía creerlo, pasaba de un canal a otro con la esperanza de que no fuera cierto. Todos hacemos silencio… uno de esos silencios extraños, llenos de incredulidad.
¿Te acordás cuando me dijiste bienvenida a la plaza, compañera? La Flaca recuerda el día en que comenzó a quererlo.
Mirábamos la televisión en triste ceremonia. Escuchábamos a políticos y artistas hablar sobre Él y otra vez el nudo en la garganta, el grito ahogado, la lágrima que asoma.
Aparece De la Sota en la pantalla. ¡No! ¡Con pelo! Ahora vamos a escuchar a cada uno dar bandera, dice Leo con esa furia que despierta tanta hipocresía, tanta falta de respeto hacia el dolor ajeno, tanta palabra impune. Llega otro silencio…hondo… largo… y de repente irrumpe la voz de la Flaca, estalla de bronca con un por qué no se mueren esos hijos de re mil puta! No se mueren porque no tienen corazón, pienso, pero no lo digo, lo pienso una y otra vez. No tienen corazón…
A mí me encantó esa escena cuando asume y se tira encima de la gente. Tenía esas pendejadas… Eso Perón no lo haría, dijo no sé bien quien y reímos recordando algunas anécdotas. La cocina se transformó en una sala íntima de despedida agradecida, con comentarios dignos de un amigo que se va y resucita en la memoria de quienes lo quisieron con pequeños recuerdos. Nadie dice nada. Leo arregla en mate cabeceando, repitiéndose por qué una y otra vez hacia adentro.
¡Mira! Dice el Barba, sigue vivo Fidel, Maradona, Balestrini, Mike Jagger!!!!! ¿Por qué se tiene que morir él? ¡Qué injusto! Aparece Serrat en la tele y el Barba sigue eufórico, éste también estuvo tocando el arpa y mirá! A los cuatro nos invade la terrible sensación de ver a todos mejor de lo que estaban, más joviales, más vitales, y nace en las entrañas un resentimiento hacia aquellos que pudieron zafar de las garras de la muerte como si el único que mereciera seguir viviendo fuera él. Y sí, así lo vivimos; una muerte inmerecida.
Nace la pregunta ¿Evo no habló?
Aparece Pepe Mujica en la televisión y el Barba salta de su asiento indignado. Éste al final era un pelotudo, pero como tiene esas frases campechanas a la gente le gusta. Pepe se acerca a Ella y le dice cómo se nos escapa la vida y todos renovamos la certeza de que es un pelotudo. Leo comienza a recitar los lugares comunes de un velatorio, del polvo venimos y al polvo vamos, no somos nada. Nos reímos y de repente vuelve el mazazo en la cabeza, el golpe mortal, el látigo sobre la carne expuesta. Sé murió, se murió…
Hablamos del mate caliente y de la censista que no viene. En cuanto llegue iremos a la Plaza en acto de presencia. Habla Correa.
Suena el timbre. ¡El censista! No, es Chechu que viene de censar. Leo preparó unas tostadas con dulce y siguió la ronda del mate caliente. Chechu también contó cómo se enteró de la noticia y se sumó al duelo; somos cinco, pero imagino muchos otros lamentándose ante la fría pantalla.
Se anuncia que el hombre de gorro violeta ofrecerá una misa en la Catedral, en ese lugar donde San Martín no pudo descansar en paz. ¿Quién va a ir? Pregunta la Flaca. Nadie, responde el Barba con seguridad. Seguro que después Trompeta publica “No fue nadie a la misa de ….” No quiero nombrarlo, todavía no puedo.
Otro momento de silencio; respiraciones profundas.
El Barba recuerda la pregunta de uno de sus díscolos ¿Mañana hay clase, profe? Se muerde el labio inferior sin entender que al díscolo le importa un carajo.
La flaca anuncia que Internet está colapsado.
Che, ¿Evo no habló?
Comí un pedacito de torta de coco y dulce de leche y una señora me bajó una taza de café con leche y tres galletitas, dice Chechu. Cuenta que le fue bárbaro en el censo.
Se murió en su mejor momento, las encuestas le daban arriba, nosotros quedamos consternados pero él se fue en lo mejor dice el Barba en un intento por abrazar un consuelo aunque más no sea por un instante. ¡Claro! Asiente Chechu con un optimismo que conmueve.
Silencio…
Leo sorprende con un ¿quieren un pedazo de palta? Nadie acepta. Yo ni recuerdo qué sabor tiene eso, ni me importa. Me quedo pensando en la palta para descansar mi mente, mi corazón, mi corazón que sí late.
Anuncia el zócalo: SEGUIRÉ LUCHANDO POR TODOS. Decretan tres días de duelo.
La censista no viene. ¡Qué pesadilla! dice la Flaca furiosa y anuncia un ultimatum, si 19:15 hs. no aparece nos vamos. Todos asentimos. En cuanto venga salimos para la Plaza.
Habla Perez Esquivel.
¡No se muere Bussi y se muere Él! ¡Qué injusto! La verdad es que la vida es injusta.
Leo habla por teléfono mientras nosotros hacemos silencio. Camina en la terraza mirando el cielo, mirando sus plantas y dice seguro ya esta Scioli diciendo ahora me toca a mí.
Silencio…Es como si te derribaran un castillo de arena y ahora te dicen que hay que volver a empezar. ¡Qué destino tan caprichoso! Días después nos enteraríamos que justamente era esa la palabra que Ella musitaba acariciando el cajón: caprichoso, caprichoso…
Anuncian que Chávez llegará a nuestro país a las 19:30 hs. Prepará todo, cuando llega el censista rajamos.
Vuelve la sensación de desamparo, de extraña orfandad.
Chechu pregunta quién va a hablar en la Plaza. Y nadie, quien va a hablar dice Leo. Se murió, no lo vamos a escuchar más. Nos mira fijo a los ojos como intentando aniquilar la última esperanza de que todo sea un mal sueño. Habla Micheti y hace aflorar los peores demonios que nos habitan. ¡Andate a bailar con la silla de ruedas! dice el Barba.
El canal Encuentro presenta un resumen de su vida y lo vemos joven, con anteojos de marco grueso, el pelo largo. ¡Era feo el hijo de puta! pensamos todos, pero nadie lo dice porque lo queríamos así, imperfecto, narigón, tuerto, impresentable delante de Ella, la elegancia flamante del protocolo.
La censista no viene, nos preparamos para salir. Leo agarra unas margaritas preciosas y todos escribimos nuestros nombres en una tarjetita que contiene un poema de Martí.
Se me hace un nudo en la garganta, me resisto a creer que le llevamos flores a Él. Bajamos y vemos a la censista que viene acompañada por otro inepto como ella. Y mientras Leo mueve su mano para que la luz de la casa vecina se prenda automáticamente e ilumine la bendita planilla que tiene que llenar, comienzo a impacientarme, a caminar en círculos en la vereda porque ya quiero esta allí, pisando la Plaza para agradecer una vez en mi vida, porque de repente caí en la cuenta de que es la primera vez que no voy a putear, voy a dar gracias.
Terminaron las preguntas de los censistas.
Dos cuadras, tomamos el subte y nos mezclamos en un dolor colectivo, en una misma sensación de impotencia, de desgarro. Caminamos lento buscando un lugar para las margaritas, para sus margaritas y las colgamos al lado de otras tantas flores de colores.
Después, cada uno volvió a su casa con la angustia aún a flor de piel, a una casa que parecía más grande y vacía, musitando su nombre como una plegaria en tierna oración de despedida.